CAOS Y ORDEN
EN LA FILOSOFÍA MEDIEVAL
XXIX Coloquio Internacional Anual - SIEPM
Lugar
Facultad de Filosofía y Letras
Pontificia Universidad Católica Argentina
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Fecha
3-5 de septiembre de 2025
Quizá uno de los libros conceptualmente más ricos de las sagradas Escrituras sea el Génesis, libro que fue compartido por los tres monoteísmos que encarnan la producción filosófica de la Edad Media: el judaísmo, el cristianismo y el islam. Apenas comenzado, en su segundo versículo, se halla una noción que ha sido traducida de muy diferentes maneras y no exactamente equivalentes entre sí. Encontramos, pues tohu va-bohu en la Torá hebrea, aóratos kaì akataskeúastos en el griego de la Septuaginta, o inanis et vacua en la Vulgata de Jerónimo. En el Corán, por su parte, se encuentran algunas aleyas que conservan esta misma idea, tal como sucede con la aleya 30 de la sura 21, en la que se dice que los cielos y la tierra formaban un todo homogéneo (ratqan). Ahora bien, a esta idea del canon sagrado se le ha sumado la interpretación del relato genesíaco que no pocos autores hicieron a la luz del Timeo 30a, siguiendo en ello el gesto fundacional de Filón de Alejandría. Así, gracias a la imbricación de la filosofía griega o, mejor aún, del platonismo, con las religiones del Libro, ese estado primordial será llamado por muchos “caos” y estará íntimamente asociado a la materia (hýle) y los cuatro elementos, mientras que su opuesto, el orden, será producto de la eficacia demiúrgica, que pasará ahora a ser divina. Ello ha dado lugar a un sinfín de comentarios y explicaciones en todas las tradiciones, que van a discutir no solo la existencia o no de un caos primordial, sino también los detalles del proceso de ordenación cósmica. De hecho, la misma noción griega de cháos es opuesta a la de kósmos. Así pues, en la tradición latina encontramos, por ejemplo, el célebre poema 'O qui perpetua' de la Consolatio III.9 de Boecio, las Glosae super Boetium y las Glosae super Platonem de Guillermo de Conches o incluso el De processione mundi de Domingo Gundisalvo, cuya teoría hylemórfica se encuentra íntimamente ligada al Fons vitae, el libro donde Ibn Gabirol se propone estudiar el orden de lo creado. La interpretación de la dupla tohu va-bohu en términos hylemórficos, sin embargo, fue sostenida, por ejemplo por el astrónomo y matemático español Abraham bar Hiyya en su Hegyon ha-Nefesh.
Si bien es cierto que la primera referencia de esta dupla es cosmogónica, ella también se ha extendido a otras áreas de la filosofía. Dada su cercanía teórica, la primera es la filosofía natural. Sin embargo, en este terreno la idea de caos deja de ser patrimonio exclusivo de la tradición platónica sino que también aparece en la aristotélica. En efecto, en el comienzo del cuarto libro de su Física (208b 27), Aristóteles cita los versos 116-117 de la Teogonía de Hesíodo en relación con la categoría de “vacío” cuando se detiene a explicar qué habrá de entenderse por la categoría de “lugar” y cuál es la importancia de su estudio. De allí que en la Edad Media este enfoque se haya desarrollado principalmente en los comentarios a la Física del ámbito escolástico, como lo es, por ejemplo, la Expositio in Aristotelis Physicam atribuida a Alberto de Sajonia o en el Commentarius in octo Libros Physicorum Aristotelis de Roberto Gosseteste. En lo que concierne al islam, hubo autores cuya explicación cosmogónica manifiesta una fuerte impronta naturalista o fisicista. Tal es el caso de al-Rāzī, para quien la “materia absoluta” (hayūlā muṭlaqah) representa uno de los cinco principios eternos e incausados del universo (junto con el tiempo, el alma, el espacio y Dios), que consiste en una masa amorfa de átomos. Solo una vez que tales átomos se combinan con el vacío es que se forman los seres creados. En el ámbito judío, en cambio, la tradición aristotélica se presenta más bien como herramienta alternativa al neoplatonismo para explicar el relato genesíaco, tal como lo ha hecho Judah Halevi en el Kuzari.
Por otra parte, aquel caos y orden primigenios se reflejan en el mundo humano de diferentes maneras. En primer lugar, prácticamente todos los medievales daban por sentado que el orden cósmico y providencial debe reflejarse en nuestra alma, así como en la sociedad, de modo tal que tanto en la esfera privada como en la comunitaria se viva en orden y armonía. El problema, desde luego, fue determinar cuál era ese orden y cómo –y hasta qué punto– podía ser reflejado. En este sentido, las consideraciones de índole ética y la política estarán necesariamente vinculadas al punto de partida metafísico que se asuma, en especial en lo que concierne a la cuestión de la teodicea, pues el caos también es desorden, y el desorden –la privación del orden– ha sido para los hombres y las mujeres medievales sinónimo de mal, así como también al peor de todos los males: el chaos gehennae del que habla, por ejemplo, Dionisio el Cartujo en su Enarratio in librum Iob, o el tartareum chaos, como lo denomina Alain de Lille en su Anticlaudianus. También las instituciones, como la Iglesia, deben imitar el ordo coelestis a fin de no caer en lo que Gerson caracteriza como chaos anaxagoreum, algo similar al infierno pero aquí, en el siglo. Con todo, dentro de la tradición cristiana latina, será Agustín de Hipona el que fije gran parte de estas ideas presentes en toda su obra pero, quizá de manera más evidente, en su De ordine y De civitate Dei. Agustín formó parte, junto con autores de la más diversa índole, tal como Tomás de Aquino o Martín Lutero, de quienes intentaron esclarecer la noción de ordo caritatis, la cual tendrá implicancias incluso en el pensamiento político dada su estrecha relación con la ley natural y el bien común. Si, en cambio, miramos a la tradición cabalística judía, encontraremos, por ejemplo, que destaca el Séfer ha-Bahir, donde la vinculación del mal con el concepto de tohu es explícita. Este tipo de caos moral o corrupción puede encontrarse, incluso, en la aleya 41 de la sura 30 respecto de la usura.
Demás está decir que estos son tan solo algunos de los múltiples abordajes y autores en los que se halla trabajada filosóficamente la oposición “caos-orden”, conceptos con los que hemos pretendido sintetizar las diversas nociones a partir de las cuales los autores medievales han desarrollado sus ideas respecto de un binomio antagónico que, en cualquiera de las tradiciones medievales, puede entenderse desde diversos enfoques:
- Caos y orden cosmogónico y cosmológico
- Caos y orden físico y natural
- Caos y orden ético y moral
- Caos y orden político e institucional
- Caos y orden lógico y epistémico
- Caos y orden psíquico e intelectual
Convocatoria
Organización local
Organización general
Natalia Jakubecki - U. de Buenos Aires - U. del Salvador - CONICET
Cecilia Rusconi - U. Nacional de Lanús - CONICET
Comité Científico
Comité Ejecutivo
Francisco Bastitta Harriet - U. de Buenos Aires - U. Católica Argentina - CONICET
Marcela Borelli - U. de Buenos Aires - U. Nacional de San Martín - CONICET
Julián Giglio - U. Nacional de La Plata
Francisco Iversen - U. de Buenos Aires
Nadia Russano - U. de Buenos Aires
Patricio Szychowski - U. de la Plata - IMHICIHU
Victoria Valdez - U. de Buenos Aires
50€ (o su equivalente en pesos argentinos)
Para investigadores con posición permanente
20€ (o su equivalente en pesos argentinos)
Para investigadores sin posición permanente o profesores de países de bajos recursos (low income countries)
10€ (o su equivalente en pesos argentinos)
Para estudiantes (incluyendo aquellos que están cursando sus estudios de posgrado)
Para facilitar la asistencia al Coloquio, se ofrecen becas Brepols-SIEPM de entre 200€ y 750€ para investigadores menores de 35 años o de países con baja economía.
Para más información sobre la beca, consulte el sitio web del SIEPM
Inscripción
Hasta el 15 de febrero de 2025 se aceptarán contribuciones en castellano, inglés, francés, alemán, italiano o portugués. Animamos a los expositores a leer sus trabajos en su lengua materna, con la intención de recuperar ese plurilingüismo que tanta excelencia le aportó a la comunidad de medievalistas.
Las propuestas deben contener el título de la presentación, un resumen de no más de 500 palabras, así como el nombre y apellido, cargo y filiación institucional del autor